La humanidad hablándole al espacio

Mirar hacia el cielo en una noche oscura y preguntarse qué hay allá es algo que el ser humano ha hecho desde el principio de los tiempos. Los primeros observadores del cielo descubrieron el movimiento de los planetas y los diferenciaron de las estrellas; con la aparición del telescopio el universo se abrió frente a nuestros ojos, y en las últimas décadas hemos descubierto que nuestro sistema solar no es único y que un enorme número de estrellas tienen planetas orbitando a su alrededor.

El radiotelescopio de Arecibo, en Puerto Rico. Imagen vía Wikimedia Commons.

Esa sensación de soledad que nos da pensar en un universo vacío ha hecho que intentemos comunicarnos, enviar una señal, como una bengala que quizás alguna civilización lejana, algún día, pueda detectar.

El primer mensaje de radio dirigido a –posibles– civilizaciones en otros planetas fue transmitido por los soviéticos en noviembre de 1962, y su destino fue el planeta Venus. Utilizando una antena del complejo Deep-Space Communication Center en Crimea, la primera transmisión humana hacia otro planeta fueron las palabras: «MIR» (que en ruso puede significar «paz» o «mundo»), «LENIN», y «SSSR», en código Morse. El contenido político no debería sorprendernos, ya que estamos hablando de un período histórico en donde la Unión Soviética se encontraba en plena guerra fría con Estados Unidos, y una parte importante de la competencia entre ambos poderes correspondía a la carrera espacial. Actualmente, este mensaje de radio sigue viajando y va en camino a la estrella HD131336 en la constelación de Libra.

Dándonos a conocer

Si bien los soviéticos fueron los primeros, el enfoque en los mensajes siguientes cambió. Ya no era necesario enviar una señal cualquiera, sino que se diseñaron mensajes que entregaran información sobre el emisor. En 1974 la primera señal interestelar de este tipo fue enviada desde nuestro planeta: el Mensaje de Arecibo. Este mensaje fue escrito por el astrónomo Frank Drake en conjunto con el reconocido astrónomo y divulgador científico Carl Sagan. Se emitió el 16 de noviembre de 1974 desde la antena del radiotelescopio de Arecibo en Puerto Rico, en dirección al cúmulo globular M13, ubicado en la constelación de Hércules. Se espera que llegue a ese punto en unos 25.000 años más.

El mensaje de Arecibo está compuesto por 1.679 dígitos binarios, pesa 210 bits, y la transmisión (a una frecuencia de 2.380 MHz) duró alrededor de tres minutos. Los dígitos pueden ordenarse en un rectángulo de 73 filas y 23 columnas, y al agruparlos de ese modo forman una imagen con distinta información sobre nuestra civilización:

Representación del mensaje de Arecibo. Los colores no estaban en la transmisión original, han sido incluídos para distinguir mejor las partes del mensaje. Imagen vía Wikimedia Commons.
  1. Los números del 1 al 10
  2. Los números atómicos del hidrógeno, carbono, nitrógeno, oxígeno y fósforo: los componentes del ADN
  3. Las fórmulas químicas de las bases de los nucleótidos del ADN
  4. El número de nucleótidos en el ADN y una representación de su estructura helicoidal
  5. Una (rudimentaria) figura humana, la altura promedio de un hombre humano, y el número de habitantes de la Tierra
  6. Una representación gráfica del Sistema Solar, indicando de cuál de los planetas proviene el mensaje
  7. Una representación gráfica de la antena de Arecibo y sus dimensiones

Si el mensaje se ordena en cualquier otra configuración que no sea de 73 filas x 32 columnas, estas imágenes no se forman y la información se vuelve incomprensible. Dada la enorme distancia entre la Tierra y el cúmulo M13 a donde se envió la transmisión, el Mensaje de Arecibo se suele considerar como una demostración del avance tecnológico humano, más que como un intento real de comunicarse con otras civilizaciones.

Las señales de radio no han sido la única forma en que los seres humanos han intentado dar a conocer nuestra civilización y tecnología a quien pueda interceptarlas en el espacio. Las sondas espaciales Pioneer 10 y 11, lanzadas en 1972 y 1973 respectivamente, llevan placas de aluminio anodizado con oro que contienen representaciones de la humanidad y sus avances: una figura esquemática de la primera transición del Hidrógeno, dibujos de figuras humanas masculina y femenina (acompañadas de una figura de la sonda espacial, para que quien la encuentre pueda estimar el tamaño de los humanos), un mapa que muestra la posición relativa del Sistema Solar con respecto a 14 púlsares en la galaxia, y un mapa del Sistema Solar para mostrar desde qué planeta se envió el mensaje. En la actualidad se estima que ambas sondas Pioneer se ubican a unas 100 Unidades Astronómicas de distancia de nosotros (como referencia: 1 Unidad Astronómica es la distancia entre el Sol y la Tierra; Neptuno se ubica a 30 Unidades Astronómicas del Sol). Si bien ya se perdió comunicación con ambas sondas, se espera que continúen su viaje más alla del Sistema Solar.

El disco a bordo de las sondas espaciales Voyager 1 y 2. Imagen vía Wikimedia Commons.

Las sondas espaciales Voyager 1 y 2 fueron especialmente diseñadas para salir del Sistema Solar, y también llevan información sobre nosotros. Lanzadas en 1977, ambas sondas llevan un disco de oro con información gráfica similar a la de las placas de Pioneer, pero además llevan una colección de sonidos e imágenes de nuestro planeta. Entre los sonidos se encuentran pasos y risas humanas, el tremor de temblores y tormentas eléctricas, grillos, ranas, ovejas, el sonido de herrerías y uso de herramientas, saludos en distintos idiomas, además de música clásica y música tradicional de distintas culturas. También van 116 imágenes, desde algunas para calibrar tamaños y entregar la posición de nuestro planeta, hasta paisajes naturales, imágenes de laboratorios, familias, y animales. Puedes ver una lista completa del contenido del disco aquí.

Actualmente, la sonda Voyager 1 es el objeto hecho por humanos que se encuentra más lejos de la Tierra: ya alcanzó el medio interestelar, a unas 141 Unidades Astrónomicas de distancia (a principios de 2018). Se espera que en 2025 se pierda la conexión con la sonda, que continuará su viaje hasta alcanzar la nube de Oort (el límite teórico del Sistema Solar) en 300 años más. Si bien no se dirige hacia ninguna estrella en particular, en 40.000 pasará a 1.6 años luz de distancia de la estrella Gliese 445. Las sondas Voyager no fueron diseñadas para llegar a algún lugar en concreto, sino para viajar indefinidamente más allá del Sistema Solar, como mensajes en botellas flotando en el mar por siglos.

Emisiones inesperadas

Si bien los mensajes anteriores han sido diseñados especialmente para viajar por el espacio, cualquier transmisión humana tiene el potencial de ir más allá de nuestro planeta. Las transmisiones de televisión, por ejemplo, tienen frecuencias que les permiten traspasar la ionósfera terrestre. En teoría, estas transmisiones viajan indefinidamente por el espacio desde el momento de su transmisión, y la idea de extraterrestres viendo nuestros programas de TV ha llevado a mucha especulación y ciencia-ficción. En el sitio web nextonet.tv puedes ver qué estaría viendo una civilización extraterrestre en este momento (al momento de escribir este artículo, en el planeta Tau Ceti e podrían estar viendo el partido de fútbol Portugal – Brasil del 29 de marzo de 2003). Si bien la idea de nuestra TV llegando a otros planetas es fascinante, la verdad es que al no estar diseñadas para eso, la señal emitida desde las torres de televisión pierde potencia muy rápidamente después de dejar nuestro planeta, y en un par de años luz de distancia ya es prácticamente inexistente.

Escuchando una respuesta

Asi como nos hemos dedicado a enviar señales al espacio, también hemos estado escuchando. En particular, el Instituto SETI (por las siglas de Search for ExtraTerrestrial Intelligence, Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre) se dedica permanentemente a detectar señales que podrían venir de otras civilizaciones. En sus más de 30 años de funcionamiento, aún no han detectado nada que parezca provenir de seres inteligentes. Lo más controversial que han detectado hasta ahora es la «Señal Wow!», sobre la cual existen distintas teorías que serán puestas a prueba en los próximos años. La más aceptada señala que podría haberse tratado de la cola de un cometa.

Fuentes y links de interés

 

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